Con un trabajo que apenas le da para cubrir las necesidades básicas de su familia, Porfirio debe recorrer varias veces por semana distintas dependencias públicas y hospitales para poder llevar además al hogar alimentos y medicinas para su hijo quien tras enfermarse requiere atención especial.

Una sonda estomacal, que es indispensable para que su pequeño pueda alimentarse, cuesta más de 5 mil pesos y debe ser cambiada al menos cada seis meses.

Pese a la enorme responsabilidad que carga, Porfirio no se arredra, aunque confiesa, que no pocas veces al pedir ayuda, en algunas instituciones no falta quien no le crea o ponga en duda la carga que lleva con él.

Su hijo enfermó en el 2011, cuando vivían en San Quintín. Su hijo, José Antonio Hernández Batista tenía apenas cuatro años de edad y un día simplemente empezó con fiebre que se elevó peligrosamente por lo cual lo trasladaron a la clínica del IMSS de Colonia Vicente Guerrero donde primero lo diagnosticaron con Neumonía.

Sin embargo el pequeño se agravó y tuvo que ser trasladado a Ensenada donde el diagnóstico fue el Síndrome de Guillain Barré, que afecta el sistema neuromotor de sus víctimas dejándolas, sin capacidad para moverse, alimentarse e incluso respirar.

Cuando finalmente dieron de alta a su hijo, el hasta entonces vivaz chiquillo estaba paralizado totalmente y entonces él y su esposa que al igual que el trabajaba encaminaron todos sus esfuerzos para que su hijo pudiera recuperarse.

Pero los esfuerzos no arrojaron muchos resultados, aunque se logró que su hijo pudiera respirar sólo y le quitaron una válvula que ocupaba para hacerlo.

Debido a lo caro del mantenimiento de la enfermedad, regresaron a Veracruz de donde él es nativo con esperanzas de mejorar sus condiciones de vida.

No fue así, el trabajo escaseaba y en el 2014 regresaron a Baja California, de nuevo a San Quintín pero un año después una nueva tragedia se sumaría a la familia.

En el verano del 2015, su esposa quedó en medio de un fuego cruzado dentro de una balacera entre narcotraficantes y policías en San Quintín, en donde ella recibió un disparo que la dejó paralizada.

A la carga de Porfirio entonces se le sumó otra, la de su propia esposa, hoy de 26 años, quien permanece desde entonces postrada, lo que agravó la de por si precaria situación de la familia.

Su esposa inicialmente fue entrevistada por policías pero no siguió la denuncia luego que con amenazas, los involucrados los convencieron de no hacerlo. Decidieron mejor irse de San Quintín, debido al riesgo que para la familia era un hogar con dos personas inválidas y amenazas.

Actualmente viven en Maneadero, en una cuartería ubicada a espaldas de Bancomer en la parte baja del poblado.

Porfirio debe la renta, abona cuando puede, porque constantemente tiene que dejar el trabajo para atender citas médicas de su esposa y su hijo menor, lo que implica viajar a Ensenada y gastar al menos 40 pesos en microbuses, a veces un poco menos porque para ahorrar prefiere caminar las distancias entre un lugar y otro.

La CDI lo ha apoyado en varias ocasiones para adquirir la sonda gástrica de su hijo. Pero ocupa pediasure, microporo, toallitas húmedas, gasas, pañales de adulto y de menor talla 6.

Ellos no están en programas oficiales y en la mayoría de las dependencias como el DIF, productos como el Pediasure son escasos o no hay.

Porfirio entonces plática que saca el día a día, con atención especial a su hijo, “le damos licuados de frutas y pediasure, no puede comer nada sólido”.

Porfirio tiene esperanza de que algún día su hijo se recupere en rehabilitación a donde lo lleva, le han dicho que hay esperanzas y de hecho actualmente tiene un poco de movilidad en un pie, una mano y el cuello recientemente.

Voy a seguir tocando puertas, muchos me han ayudado, hermanos de distintas iglesias, personas que confían en lo que el les dice pero también hay muchos otros que no creen lo que el dice y piensan que esta mintiendo.

Sobre él, dice que a veces no duerme, tiene que atender a sus dos enfermos pero seguirá esforzándose por sacarlos adelante.

Le apenaba pedir auxilio en un medio de comunicación, pero finalmente fue convencido de contar su historia.

Si usted quiere y puede ayudar a Porfirio y su familia ellos viven en la cuartería que se ubica atrás de Bancomer en la parcela 91 de Maneadero parte Baja. Se debe preguntar por la cuartería de Peralta, hay un árbol grande y es la única casa en ese sitio.

Su teléfono es el 646 241 91 72 con Porfirio Hernández González.