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Zombis, pandemias e imaginarios sociales

Vislumbres de un millennial ensenadense

  
Nota publicada el 1 de abril de 2020
por Luis Damián Garibay

La primera película de zombis que miré fue la de Resident Evil (El huésped maldito) en la casa de un amigo a la edad de doce años. Recuerdo que me impactó, no por las escenas violentas y sangrientas, sino porque caí en cuenta que los humanos podían transformarse en monstruos y comerse entre ellos.

Ahora, encerrado en la cuarentena y viendo el desarrollo local, nacional y mundial de la pandemia por el coronavirus; su impacto en la salud, economía y cotidianidad de millones de personas, descubro en las noticias que en Estados Unidos han incrementado las compras de armas en un 300%.

Para comprender este fenómeno, desde una perspectiva sociológica, podemos acercarnos al concepto de los imaginarios sociales o también conocido como imaginarios culturales. De acuerdo al doctor en Ciencias de la Comunicación, Ignacio Riffo Pavón, los imaginarios sociales son:

“(…) estructuras compartidas socialmente, las cuales se encuentran, sin excepción, en cada uno de los seres humanos. Estas estructuras imaginarias están construidas logomíticamente a través de mitos, relatos, arquetipos, símbolos, estudios, etc. y viven dentro de nuestro universo simbólico. De este modo, los imaginarios sociales se convierten en los pasajes invisibles por donde transita el anthropos o, más precisamente, en una enorme cartografía que contiene las coordenadas que nos permite desarrollarnos de manera coherente y plausible en el mundo que habitamos”.

Mitos, arquetipos, símbolos, ¿y qué son los zombis para nuestra cultura en el siglo XXI? Nuestros nuevos mitos. Crecí jugando videojuegos donde le volaba la cabeza a zombis virtuales. También me deslumbró la belleza de Milla Jovovich, en las películas de Resident Evil, pateándole el trasero a monstruos modificados genéticamente que alguna vez fueron personas y a zombis infectados por un virus creado por una corporación transnacional (recordemos que estoy hablando de una película).

La serie de The Walking Death nos enseñó que más que tenerle miedo a los muertos vivientes debemos cuidarnos de los otros grupos de humanos que estarán dispuestos a cualquier acto de crueldad y violencia con tal de preservar los recursos que permitan la supervivencia del grupo.

Zombiland, El Despetar de los Muertos, La Noche de los Muertos, Tierra de Muertos, El Amanecer de los Muertos, Guerra Mundial Z, La Estación Zombi, entre muchas más, son películas que nos han enseñado, en forma de imaginario cultural, que ante una pandemia y crisis social, lo primero que debemos hacer es buscar armas para defendernos de la amenaza exterior.

“El cine, más que espejo documental de la realidad social, es sobre todo espejo de un imaginario colectivo configurado por los deseos, frustraciones, creencias, aversiones y obsesiones de los sujetos que componen su población”, según el escritor e historiador Román Gubern.

Es de entender que ante las noticias sobre la pandemia del Coronavirus la gente acuda a los supermercados a hacer compras de pánico, por el miedo irracional en búsqueda de un sentimiento de seguridad ante la crisis que tumba de un día para otro los ladrillos de su realidad, pero, ¿correr por escopetas y metralletas para sentirse a salvo?

La única diferencia que tenemos México con Estados Unidos es que nuestros vecinos pueden ir a la tienda a comprar armas como nosotros podemos ir a la tienda a comprar tortillas. Y, si agregamos lo que dice el sociólogo Herbert Schiller, los medios de comunicación son capaces de diseñar y reproducir imágenes que “determinan nuestras convicciones y actitudes y, en última instancia, nuestra conducta”.

Así es, podemos pensar de inofensivos los mensajes e imágenes que se reproducen en el cine y en los videojuegos (y que quede claro que me siguen encantando esas películas y de hecho pienso jugar videojuegos para soportar la monotonía de la cuarentena) pero, si vives en una sociedad donde la guerra y las armas se encuentran en los niveles más altos de la escala de valores, que no nos extrañe ver este tipo de reacción por parte de sus ciudadanos.

Como dijo alguna vez el crítico y teórico literario estadounidense Fredric Jameson, hoy “parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Luis Damián Garibay. El autor es sociólogo, profesor de historia y escritor.
 
 

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