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El mito del orgasmo

En serio… hablemos de sexualidad…

  
Nota publicada el 17 de enero de 2018
por Rocío Linares

Tenemos alrededor del orgasmo una parafernalia increíble, y no lo digo como si fuera algo malo, sabemos que se trata de algo maravilloso a lo que atinadamente se han dedicado miles de metáforas que se esfuerzan por describirlo y jamás alcanzado a hacerlo por completo porque una maravilla de esta naturaleza difícilmente algún día será abarcada por las palabras.

Sin embargo, no debemos dejar de observar que justo porque le hemos puesto mucha atención hemos venido creando una serie de creencias que incluso lo desvirtúan.

Entre estas creencias está la de que el orgasmo, visto desde el punto de vista genitalizador y totalitario de la sexualidad que poco a poco vamos superando, es la cúspide y objetivo de la cópula. Esto ha dado como resultado una ansiedad generalizada en la que es más importante alcanzarlo que disfrutar de la actividad sexual, lo cual es tremenda paradoja porque se supone que el orgasmo es un signo infalible de que aquello fue satisfactorio. La cosa es que cuando queremos mandar sobre los saberes propios del cuerpo, las cosas no salen como queremos.

De estos supuestos es que surgen, entre otros fenómenos, las mujeres fingidoras de orgasmos y las múltiples técnicas y hasta drogas que aseguran facilitar o exacerbar lo que de inicio tendría que fluir sin tanta faramalla.

Es cierto, la falta crónica del orgasmo durante la actividad sexual es motivo de afección en el apetito sexual pero antes de enfrascarnos en aprender a “operar la máquina corporal de manera adecuada para lograr mejores orgasmos, más frecuentes o intensos”, es puntual que sepamos que para empezar la sexualidad no se trata solo del orgasmo y que la actividad sexual puede ser muy satisfactoria si no estamos en plan de espectadores obsesionados con él.

Pensemos en que si tenemos una dificultad amatoria es, además, un síntoma simbólico de nuestra forma de relacionarnos con las personas (y en particular con nuestras parejas), y acá no hablo solo de la anorgasmia sino también de otras disfunciones sexuales de las que hemos hablado en otros momentos.

Con esto no digo que hay que desechar los valiosos saberes como los puntos placenteros descubiertos hasta ahora, o algunos consejos sobre cómo tener actividad sexual segura, protegida y satisfactoria. La cuestión es que en lugar de obsesionarnos con las técnicas, lo cual nos lleva a poner más atención en lo que estamos pensando que en lo que estamos sintiendo o en lo que pasa con la otra persona.

Digamos que aquí aplica la famosa frase “disfruta el camino, además de la meta”. Mucho de lo que hacemos obsesionándonos con el orgasmo es justamente lo que hace que la experiencia no sea tan intensa como se nos promete con una determinada técnica, postura, etc. La idea es centrarnos en el presente, en las sensaciones del cuerpo que somos, en la observación de las reacciones de la otra persona, de su forma, su historia, los cambios sutiles que pasan con el paso del tiempo en ambos y el

placer vendrá por si solo porque el cuerpo tiene una sabiduría que no corresponde al raciocinio únicamente.

Desde luego hacer esto puede llegar a ser más difícil de lo que se escribe y cuando de verdad causa complicaciones personales, sepamos que existe ayuda profesional.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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