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Heterocentrismo y diversidad sexual

En serio… hablemos de sexualidad

  
Nota publicada el 10 de febrero de 2016
por Rocío Linares

Desde hace tiempo se ha llevado a cabo el debate acerca de que si los denominados miembros de la comunidad LGBTTTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis, intersexuales y queer) o GSRDI (Géneros, sexualidades y romanticismos diversos e intersexo, nomenclatura que se propone al ser inclusiva hasta de lo que hasta ahora no se descubre dentro de la diversidad) son una minoría prácticamente invisible como se ha hecho creer a lo largo de la historia, lo cual actualmente está probado que no es así.

Con el pasar del tiempo cada vez es posible para más personas identificarse y descubrirse a sí mismas como “no heteronormadas”, es decir que van desde la decisión de no comportarse de acuerdo a sus rol y estereotipos de género o la de no tener hijos con su pareja heterosexual, hasta el descubrimiento de que su preferencia de género o su identidad no es como les contaron que debía de ser desde la infancia.

Me han preguntado si esto es una moda, ante lo cual mi postura profesional es que no, si bien pueden existir numerosos casos individuales en los que pudiera existir un beneficio personal importante. Todo depende de las circunstancias, si bien este suele ser en la mayoría de los casos el hecho importantísimo de vivir de acuerdo a lo que se es y no lo que se supone que debe ser.

La razón por la que aun hoy sigue siendo difícil la visibilizacion de estas manifestaciones de la diversidad sexual, es lo que en Sexología llamamos “Heterocentrismo”, que es esta forma de discriminación en la que se asume que la heterosexualidad, su mundo, creencias y prioridades, son las únicas verdaderas e incluso se cree que son superiores a las personas no heteronormadas. Este es el origen de la homofobia, la transfobia, y tantas formas de discriminación de empapan incluso a las mujeres que deciden no tener hijos y son atacadas y acosadas por sus familias solo por esto. Es también la idea que hace que muchas personas piensen en las personas a su alrededor como heterosexuales hasta que se demuestre lo contrario o solo lo asumen sin informarse primero.

Esta forma de discriminación es tan invisible y cotidiana como otras formas de violencia incluyendo la de género, y pudiéramos decir que esta última es el origen de todo esto. Si leemos a Beatriz Preciado y a otras personas que se han encargado de investigar y argumentar acerca del género como constructo social, veremos en primer lugar que es obsoleto y por tanto está encontrando formas de evolución. Por eso actualmente voces de esta diversidad de formas de ejercer la sexualidad y el género están cada vez más presentes.

Pensemos por un momento: Si no existiera el género (no hablo de las diferencias naturales y biológicas de ser macho o hembra de una especie con hormonas y cromosomas de tal sexo, sino de la categoría social) y nos pudiéramos relacionar tranquilamente con todas las partes de nosotros que negamos o suprimimos para ser parte de uno, podríamos amar a quien sea sin la barrera de que es hombre o mujer, podríamos manifestarnos como personas sin un género definido, no habría necesidad de esconderse para ser travesti, e incluso no existiría una necesidad contundente de procesos dolorosos tanto en lo legal como en lo psicológico y en el propio cuerpo de las personas transexuales y transgénero, o al menos no en todas.

Si cuestionamos la idea de que la heterosexualidad es el único camino y que el género es una línea recta en la que todas las personas debemos caminar solo de un lado y nunca del otro, muchas situaciones dolorosas se acabarían, incluso para las personas heteronormadas.

Cuando he dicho esto, una pregunta interesante, común y muy importante que me han hecho es: “¿Y qué pasaría con las personas si nacen y crecen sin esta estructura? ¿Se van a pervertir?”. Los seres humanos tendemos a ser estructurados, así que desarrollaríamos otras formas más avanzadas de ser y pensar, desde luego fuera de las costumbres que actualmente seguimos sosteniendo, pero no por eso menos sanas necesariamente. Esto dependerá finalmente de lo que hemos estado trabajando desde hace muchos años y que desde luego evolucionaría igual: la educación adecuada de la sexualidad que regule el comportamiento sin reprimirlo.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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