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Viagra femenino

En serio… hablemos de sexo

  
Nota publicada el 26 de agosto de 2015
por Rocío Linares

Hace unos días, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), aprobó a partir de octubre la venta de una píldora llamada Addyi que supuestamente incrementa el deseo sexual de la mujer. Su ingrediente activo es la flibanserina que trabaja en alterar tres sustancias cerebrales que inciden en la libido y en la duración e intensidad del enamoramiento, entre otros procesos (dopamina, serotonina y norepinefrina).

Sprout Pharmaceuticals declaró que está pensado para coadyuvar en el tratamiento de las mujeres premenopáusicas que entre sus síntomas presenten apatía sexual.

El fármaco ha sido objeto de atención porque, según la FDA, su salida a la venta se ha atrasado porque están asegurándose de que se trata de un tratamiento seguro y eficaz, gesto que ha sido interpretado por organizaciones feministas como un atraso en comparación con la tecnología ya desarrollada en medicamentos como Viagra y Cialis.

Entre los efectos secundarios conocidos está la disminución de la presión arterial y los desmayos. El riesgo de sufrir de estos efectos aumenta con el consumo de alcohol y el uso de otros medicamentos. Por los riesgos que conlleva, la farmacéutica encargada de su próxima comercialización ha dicho que el tratamiento solo estará disponible a través de profesionales de la salud y farmacias certificadas que comprendan la magnitud de prescribirlo.

Las reacciones de los profesionales de la salud, incluyendo las de sexólogos y sexólogas, han sido diversas. Por un lado parece una opción viable el poder tratar médicamente el deseo sexual hipoactivo cuando este tiene un origen físico.

Sin embargo, cabe recordar esto de lo que hemos estado hablando las más recientes semanas: las disfunciones sexuales tienen diferentes orígenes que pueden combinarse o no. Visto así, es posible que el tratamiento propuesto ayude a la paciente solo cuando al menos una parte del origen de su disfunción sea físico.

Cuando se trata de una cuestión psicológica, educativa o social como el estrés laboral, los problemas en la relación de pareja, el hacinamiento o las ideas negativas acerca de la sexualidad, esto no se aborda desde el medicamento, o al menos no es lo único que debería hacerse.

Me refiero con esto a que no existen soluciones mágicas o instantáneas para las disfunciones sexuales. Hago énfasis en esto último porque si bien la FDA ha propuesto lineamientos para el uso del fármaco, sabemos que de este lado de la línea las cosas funcionan diferente y que con el paso del tiempo los criterios podrían dejar de ser tan estrictos. Siendo así, es probable que el medicamento, por bueno que sea, caiga en uso inapropiado como ha sucedido con Viagra y Cialis.

Recordemos que si existe apatía sexual o cualquier otra disfunción, antes de auto-recetarnos medicamentos (o de recetar siendo profesionales de la salud), el abordaje de cada caso es único y requiere una revisión médica y psicológica rigurosa y que las circunstancias definitivamente superan a los alcances del fármaco propuesto.

Seguramente si se comercializa servirá para tratar ciertos casos, y desde luego su efectividad se verá mejorada cuando se prescriba en el marco de un tratamiento integral que incluya los factores mencionados antes, y desde luego cuando sean visibles, claros y vencidos los estigmas sociales de ser mujer, especialmente cuando estamos en edad para el climaterio.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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